¿Qué es?
La hepatitis B es una de las enfermedades infecciosas
más comunes en el mundo. Esta enfermedad, causada por el virus de la hepatitis
B, afecta al hígado y se transmite de una persona a otra a través de la sangre
y de otros fluidos corporales. Las infecciones por el virus de la hepatitis B
pueden ser agudas o crónicas. La hepatitis B aguda puede durar desde unas pocas
semanas hasta varios meses y el afectado podría recuperarse por sí mismo. La
hepatitis B crónica puede prolongarse toda la vida y provocar enfermedades
hepáticas graves, como el cáncer de hígado. Existen aproximadamente 350
millones de personas infectadas con hepatitis B crónica en todo el mundo,
de las cuales entre el 15 y el 25 por ciento morirán a causa de una enfermedad
hepática. Es imprescindible que las personas con hepatitis B crónica o con
riesgo de contraerla se sometan a un análisis de sangre para la hepatitis B.
Aunque la hepatitis B crónica no puede curarse,
existen tratamientos que puedan ayudar a controlarla.
Transmisión
El virus de la hepatitis B puede sobrevivir fuera del
organismo por lo menos siete días. En ese periodo todavía puede causar
infección si penetra en el organismo de una persona no protegida por la vacuna.
El periodo medio de incubación de la hepatitis B es de 75 días, pero puede
oscilar entre 30 y 180 días. El virus, que puede detectarse entre 30 y 60 días
después de la infección, puede persistir y dar lugar a una hepatitis B crónica.
En zonas con alta endemicidad, el virus de la
hepatitis B se transmite normalmente de la madre al niño durante el parto
(transmisión perinatal) o por transmisión horizontal (exposición a sangre
infectada), en particular de un niño infectado a un niño sano durante los
primeros cinco años de vida. La aparición de infección crónica es muy común en
los lactantes infectados a través de su madre o antes de los 5 años de edad.
La hepatitis B también se transmite por exposición
percutánea o de las mucosas a sangre o diferentes líquidos corporales
infectados, así como a través de la saliva y los líquidos menstruales,
vaginales y seminales. La hepatitis B puede transmitirse igualmente por vía
sexual, especialmente en el caso de hombres sin vacunar que mantienen
relaciones sexuales con hombres y de personas heterosexuales con múltiples
parejas sexuales o que tienen contacto con profesionales del sexo. La infección
en la edad adulta desemboca en hepatitis crónica en menos del 5% de los casos.
El virus también puede transmitirse con la reutilización de agujas y jeringas
bien en entornos sanitarios o entre consumidores de drogas
inyectables. Además, puede producirse la infección durante procedimientos
médicos, quirúrgicos y dentales, la aplicación de tatuajes o mediante el uso de
cuchillas de afeitar y objetos similares contaminados con sangre infectada.
Síntomas
La mayor parte de los afectados no experimentan
síntomas durante la fase de infección aguda, aunque algunas personas presentan
un cuadro agudo con síntomas que duran varias semanas e incluyen coloración
amarillenta de la piel y los ojos (ictericia), orina oscura, fatiga extrema,
náusea, vómitos y dolor abdominal. Un pequeño grupo de personas con hepatitis
aguda puede sufrir insuficiencia hepática aguda, que puede provocar la muerte.
En algunos casos la hepatitis B puede causar también
una infección hepática crónica, que posteriormente puede dar lugar a cirrosis o
cáncer de hígado.
Más del 90% de los adultos sanos que se infecten con
el virus de la hepatitis B se recuperarán de forma natural en el plazo de un
año.
Mecanismos de Prevención
La vacuna contra la hepatitis B es el principal pilar
de la prevención de esa enfermedad. La OMS recomienda que se administre a todos
los lactantes lo antes posible tras el nacimiento, preferentemente en las primeras
24 horas.
La dosis inicial deberá ir seguida de dos o tres
dosis para completar la serie primaria. En la mayoría de los casos se considera
apropiada cualquiera de las dos opciones siguientes:
Tres dosis de la vacuna; la primera (monovalente) al
nacer, y las dos subsiguientes (monovalentes o combinadas) al mismo tiempo que
las dosis primera y tercera de la vacuna contra la difteria, la tos ferina y el
tétanos (DTP); o cuatro dosis de la vacuna; la primera (monovalente) al nacer,
y las tres subsiguientes (monovalentes o combinadas) al mismo tiempo que otras
vacunas infantiles sistemáticas.
La serie completa de vacunas genera anticuerpos que
alcanzan niveles de protección superiores al 95% en lactantes, niños y adultos
jóvenes. La protección dura por lo menos 20 años, y probablemente toda la vida.
Por lo tanto, la OMS no recomienda dosis de refuerzo en las personas que hayan
recibido la serie completa de la vacuna en tres dosis.
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